sábado, 27 de febrero de 2010

Sobre el XX CLACEEA (FAEA)

Compañeros de la Confederación Caribeña y Latinoamericana de Estudiantes de Agronomía,

Desde Argentina, luego de haber discutido dentro de la Federación la situación que se ha dado sobre el XX CLACEEA, proponemos;

- Que se realice la reunión extraordinaria en marzo/abril de 2010 en Perú. Esto es para que nos permita como CONCLAEA seguir consolidando los criterios y objetivos que nos une como Confederación y así poder avanzar sobre las distintas dificultades que fueron surgiendo durante la preparación del XX CLACEEA, y que nos permita seguir creciendo y afianzado los lazos hermanos de todas las organizaciones que apostamos a la Confederación y a la integración de más federaciones.

- Que nos permita conocer la Federación de Perú en su territorio y poder caracterizarla, generando una instancia de encuentro durante la reunión extraordinaria.

- Seguimos sosteniendo como FAEA lo que fue planteado en CLACEEA 2008 en Curitiba: la realización de un CLACEEA cada dos años, lo cual podría permitir que como federaciones contemos con una mayor preparación política, mayor posibilidad de conseguir los recursos necesarios, y por lo tanto tener más participación, así como también disponer de más tiempo para las giras y visitas que puedan profundizar en el conocimiento e incorporación de nuevas federaciones. Creemos que esto no debe revertir la decisión como CONCLAEA de mantener los encuentros anuales, en reuniones ampliadas que no impliquen la infraestructura de un congreso, las cuales nos llenen de formación y discusiones sobre el crecimiento de todas las federaciones, organizaciones, y agrupaciones de Latinoamérica.

- Consideramos importantes las actividades que como CONCLAEA podamos llevar a cabo entre los encuentros, en cada uno de los territorios, como también la invitación a las actividades propias siendo más factible entre países limítrofes.

- En función de lo anterior, nuestra propuesta es llevar adelante la reunión extraordinaria próximamente, el Pre-CLACEEA en octubre y el CLACEEA a inicios de 2011. No podremos estar garantizando la propuesta que consiste en llevar adelante el CLACEEA en julio, con la participación que creemos que merece un congreso como tal.

- Más allá de cuál sea la decisión que nos demos como CONCLAEA para la realización de las próximas actividades, consideramos que la reunión extraordinaria debe realizarse cuanto antes, (no más allá de abril), a fin de concretar una mejor planificación del año.

Con ansias de encontrarnos a todos y todas, les enviamos abrazos fraternales.

Desde el sur de nuestra America Revolucionaria.

Federación Argentina de Estudiantes de Agronomía – FAEA

sábado, 13 de febrero de 2010

Los transgénicos usan más tóxicos

Los cultivos transgénicos han significado un aumento sin precedentes del uso de agrotóxicos (herbicidas y otros plaguicidas). Un informe del doctor Charles Benbrook publicado a fin de 2009 (Impacts of genetically engineered crops on pesticide use: the first thirteen years, www.organic-center.org) analizando el uso de agrotóxicos en Estados Unidos en soya, maíz y algodón transgénico de 1996 a 2008, muestra que las variedades transgénicas aumentaron el uso de agrotóxicos en más de 144 millones de kilogramos en esos 13 años. Estados Unidos es el mayor y más antiguo productor de transgénicos, por lo que los datos son significativos a nivel global.

Es grave porque los agrotóxicos son un importante factor de daños ambientales (al agua, suelos, flora y fauna) y a la salud humana. Muchos son disruptores endócrinos (producen desequilibrio hormonal con disminución de la fertilidad o infertilidad) y/o afectan el sistema nervioso e inmunológico, entre otros problemas. Se ha comprobado que los alimentos elaborados con transgénicos, contienen residuos de agrotóxicos hasta 200 veces más altos que los elaborados con cultivos que no lo son, debido a la gran cantidad de agrotóxicos que se les aplica en la siembra.

La gran mayoría del aumento que registra este nuevo informe se debe a los transgénicos tolerantes a herbicidas, principalmente al glifosato, que en estos 13 años ha pasado a ser el veneno más ampliamente usado en la historia de la agricultura. El aumento ha sido progresivo, acumulándose a través de los años. En los años 2007 y 2008 se registró 46 por ciento del aumento total.

El motivo principal es el surgimiento de hierbas invasoras que se han hecho resistentes a los herbicidas. Al igual que con los antibióticos, el uso continuado promueve cada vez mayor inmunidad en los organismos que se quiere combatir. El glifosato ya ha provocado resistencia en un mínimo de nueve diferentes hierbas invasoras, de las cuales el mayor problema en grandes áreas al sur de Estados Unidos es el surgimiento de amaranto resistente a agrotóxicos. Debería ser un alerta para México, donde el amaranto, junto al maíz, es parte de la dieta usual y existe en todo el país.

Para enfrentar la resistencia de invasoras, los agricultores emplean dosis mucho mayores de glifosato y tóxicos que habían sido descartados por su alta peligrosidad (prohibidos en algunos países) como atrazina, paraquat y 2,4-D. Éste último es componente del Agente Naranja, arma química usada por Estados Unidos en la guerra de Vietnam, desarrollado justamente por Monsanto, la mayor empresa de agrotransgénicos.

El glifosato, que las empresas describían como inocuo –aunque nunca fue verdad y Monsanto fue multado por publicidad engañosa debido a esta afirmación– era considerado menos tóxico que otros herbicidas. Sin embargo, esta comparación se hacía con una cantidad igual del componente activo de diferentes químicos usada en un área similar. Actualmente, gracias a los transgénicos, la concentración del glifosato ha aumentado exponencialmente y el informe reporta que en ciertos casos se usan cantidades 100 veces mayores que de otros herbicidas por unidad de área, por lo cual finalmente tiene un impacto mucho mayor que incluso herbicidas clasificados como más peligrosos. Por otra parte, frente a la falla de efectividad, las empresas aumentan el porcentaje de componente activo en las fórmulas y le agregan surfactantes y otras sustancias para coadyuvar la acción del glifosato, lo cual aumenta y agrega impactos.

Andrés Carrasco, embriólogo de la Universidad de Buenos Aires, publicó en 2009 estudios en Argentina (segundo productor mundial de transgénicos) constatando graves afectaciones en anfibios y en salud humana por causa del glifosato, contrariamente a la creencia de relativa inocuidad del componente. Al igual que a otros científicos que han denunciado los verdaderos efectos de los transgénicos, Carrasco sufrió una vergonzosa persecución de parte de autoridades oficiales y académicas (respaldadas por Monsanto), que fue internacionalmente repudiada. (Ver Darío Aranda, Lo que sucede en Argentina es casi un experimento masivo, Página 12, 3/5/09)

Las empresas enfrentan el problema de las resistencia en malezas con más de lo mismo: creando transgénicos que tienen más cantidad de genes ajenos, para resistir aplicaciones simultáneas de varios agrotóxicos y con varias cepas de la toxina Bt para hacerlos insecticidas. El apilamiento de genes es muy lucrativo para las empresas –las semillas cuestan hasta el triple que las convencionales–, pero multiplican los riesgos de contaminación del ambiente, del flujo genético a otros cultivos y los riesgos del consumo, tanto por la presencia de nuevos elementos, como por la sinergia negativa que se crea entre ellos. Uno de los peores ejemplos de este tipo es el maíz SmartStax de Monsanto, con ocho rasgos transgénicos apilados, que aunque fue llevado a juicio en Canadá por no haber sido evaluados sus impactos en la salud, fue irresponsablemente aprobado recientemente por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), para su consumo en México.

Son varios los informes de probada solidez publicados en 2009, que derrumban los mitos sobre los transgénicos que nos quieren vender las empresas. Éste muestra que los transgénicos usan más venenos y contaminan más. Otros, que producen menos (Failure to Yield, UCS, 2009) o tienen daños y riesgos serios a la salud (Asociación Americana de Medicina Ambiental, mayo 2009). Hay que terminar de raíz con este experimento masivo donde nos envenenan a todos para favorecer el lucro de unas cuantas trasnacionales.

Silvia Ribeiro

La autora es Investigadora del Grupo ETC

Pensamiento latinoamericano, cultura e identidades

por Fernando Martinez Heredia

Hoy enfrentamos numerosos problemas, pero tenemos muchos avances y existe una cultura de rebeldía acumulada.

Cinco siglos de colonización y subordinación al capitalismo mundial en América Latina y el Caribe han producido un complejo de dominación que estamos obligados a conocer muy bien, para poder destruirlo y superarlo, y que no pueda renacer y reproducirse bajo nuevas formas. La reproducción con cambios de la dominación burguesa e imperialista tiene una historia, que es la de las reformulaciones de su hegemonía. Para ser eficaz, siempre se ve precisada a incluir partes de lo que estuvo excluido, tiene que utilizar una parte de los símbolos y de las demandas de las rebeldías que han combatido a su dominación. Tenemos que recuperar la historia de las revoluciones y de las luchas rebeldes, la historia de las resistencias múltiples y diferentes a las diferentes formas de dominación sociales y humanas que han formado un todo finalmente con la dominación del capitalismo, y que encuentran su último sentido y su capacidad de mandar o de sobrevivir en esa dominación capitalista. Pero también nos es imprescindible recuperar la historia de las adecuaciones y las subordinaciones de las sociedades y las personas a la dominación y conocer el entramado de formas en que esa subordinación sucede, ver cómo se teje una y otra vez el dominio, identificar los cómplices y las complicidades, que van desde los criminales, las empresas y los gobernantes corruptos hasta una parte de las actividades, las motivaciones y las ideas de nosotros mismos.

Me toca entonces escoger solo algunos temas y mencionarlas. Ante todo, llamo la atención sobre la colonización mental y de los sentimientos. Nuestro continente ha sido un teatro privilegiado de la mundialización del capitalismo. Cometió genocidios, ecocidios, destrucción de culturas, los mayores traslados de poblaciones para su explotación como trabajadores, pero también surgieron aquí nuevas sociedades que han combinado culturas muy disímiles y que han elaborado identidades de grupos y nacionales nuevas. América Latina y el Caribe han utilizado las revoluciones para darse identidades nacionales propias y Estados republicanos desde hace más de dos siglos, inclusive comenzó por la más grande y victoriosa revolución de esclavos de la historia, la haitiana, que venció a las grandes potencias y proclamó una Constitución más avanzada que la famosa de los EE.UU. Pero también ha sido nuestro continente el primero en sufrir la neocolonización, forma fundamental de la expansión mundial del capitalismo maduro.

Los regímenes neocoloniales son regidos por el imperialismo y las clases dominantes de cada país, que son, al mismo tiempo, beneficiarias, cómplices y sometidas. Se han desarrollado contradicciones muy profundas en repúblicas que excluyen a una parte de sus poblaciones de los derechos ciudadanos y de la renta nacional, realizan esfuerzos civilizatorios y modernizadores que aplastan a comunidades y economías locales, e imponen idiomas, leyes y costumbres, difundieron una ideología del progreso que ha legitimado a esos aplastamientos y al racismo, emprendieron proyectos de desarrollo que en vez de aportar independencia del capitalismo internacional explotador han resultado renovaciones de la integración subordinada a él y formación de nuevos grupos explotadores y de poder que se suman a los existentes o los desplazan.

Esas dominaciones han sido combatidas por resistentes y rebeldes, desde hace siglos hasta hoy. Nosotros somos los herederos de esos combates, y estamos obligados a resistir mejor y a inventar, a crear las formas de triunfar y de cambiarnos a nosotros mismos al mismo tiempo que transformamos las sociedades a través de las luchas emancipatorias, y que creamos y sostenemos poderes revolucionarios capaces de servir como instrumentos para proyectos cada vez más ambiciosos de liberación.

Una parte importante de esas prácticas es la elaboración y el desarrollo de un pensamiento revolucionario propio, nuestro, que logre liberarse de las necolonizaciones mentales y de los sentimientos, y de las fragmentaciones, confusiones, sectarismos y otras deficiencias que portamos. Está claro que es muy difícil, pero todas las cosas importantes son muy difíciles.

Tenemos que apoderarnos del lenguaje, liberarlo de sus prisiones y fronteras, quitarnos el temor a ser dueños de él y que nos sirva para pensar, porque el lenguaje es imprescindible para pensar. No hay lenguaje inocente, nuestros enemigos lo saben bien y tratan de ponerlo a su servicio, sostienen una guerra del lenguaje, como sostienen en conjunto una gigantesca guerra cultural mundial. El pensamiento latinoamericano sufrió mucho por las victorias del capitalismo en la última parte del siglo XX, aunque ya padecía problemas propios muy graves. El lenguaje de la liberación se perdió en un grado alto. Es cierto que en las etapas peores no es cuerdo hablarle a todos como si estuviéramos al borde de la victoria. Me gusta que hayamos usado la palabra “alternativa”, porque ha sido un buen recurso cuando, por una parte, parecía imposible mencionar “revolución”, “socialismo”, “imperialismo” o “liberación”, y por otra, muchos tenían una sana desconfianza de las grandes palabras que no habían podido guiar la resistencia y la rebeldía hacia triunfos, o al menos defender lo que se había conquistado o conseguido, mientras que los dominantes tenían una fuerza que parecía todopoderosa y un dominio cultural muy grande.

Hoy estamos en un momento muy diferente en América Latina y el Caribe. Varios poderes revolucionarios están actuando y fortaleciéndose, está ascendiendo la conciencia social y política de los pueblos, crecen los movimientos populares, existe un grado mayor de autonomía frente a EE.UU. que es utilizado por cierto número de países, y desde diferentes posiciones e intereses avanzan procesos y conciencia de integración continental. Al mismo tiempo, el imperialismo norteamericano —que ahora tiene el rostro de un joven negro en la proa— se mueve en abierta contraofensiva, como queda claro con el golpe de Estado en Honduras y el establecimiento público de sus bases en Colombia. El recurso de agredirnos está ante nosotros y es el más visible, pero no es el único. Dividir, confundir, seguir dominando culturalmente siguen siendo armas muy efectivas. Para liberar el lenguaje y el pensamiento no se necesita poseer grandes recursos materiales, y en la medida en que lo logremos tendremos una fuerza tremenda a nuestro favor y una capacidad creciente de desarrollar cada una de nuestras identidades, nuestros proyectos y nuestras luchas. Y de unirnos, no de palabra o de buenas intenciones, porque nuestros encuentros serán incomparablemente más ricos y fructíferos, y las ideas y los problemas concretos que nos separan serán más comprensibles y más fácilmente superables.

El último siglo ofrece a la humanidad un saldo extraordinario para las potencialidades de emancipación humana y social. En la América Latina y el Caribe de hace medio siglo se levantaron las resistencias y los combates de una ola revolucionaria que formó parte de la segunda ola mundial del siglo XX, que a diferencia de la primera —la iniciada con la Revolución bolchevique en 1917— tuvo su centro en el Tercer Mundo. Pero los conocimientos y las posiciones de los que combatieron y resistieron eran demasiado limitados. Hoy no es así. Contamos con una inmensa acumulación cultural de identidades y formas organizativas populares, de experiencias y de ideas de insumisión y de rebeldías. Por su parte, el imperialismo se ve obligado, por su naturaleza actual extremadamente centralizada, parasitaria, excluyente y depredadora, a poner en el centro su guerra cultural, a conseguir que las grandes mayorías, por mucho que se desarrollen, permanezcan presas en sus propios horizontes delimitados y fraccionados, no desafíen los fundamentos mismos de la dominación y acepten de un modo u otro que la única organización factible de la vida cotidiana o ciudadana es la regida por el capitalismo.

La estrategia de la dominación resulta entonces compleja, y utiliza una multiplicidad de formas que están a su alcance. Por el saqueo de los recursos y el ejercicio de su poder es capaz de todo, como siempre. Ahí está el genocidio en Iraq y la ocupación militar permanente de países, como hacía el viejo colonialismo, en pleno siglo XXI, aunque está también la lección para todos de que los pueblos que se levantan a pelear no pueden ser derrotados ni por la potencia militar más grande y desarrollada del planeta. El imperialismo amenaza con sus bases, golpes y flotas en nuestro continente, pero sin dejar de armar y sostener a sus servidores y cómplices, de actuar a favor de la división entre los países, para sabotear los avances de las autonomías, las alianzas y la integración continental, de ofrecer fracciones de lo que ha saqueado y saquea, de presionar y forzar a los que se muestran tímidos y débiles. En otros planos, trabaja a favor de su dominio —en estrecha unión con los dominantes en cada país—, válido de un sistema totalitario de información y de formación de opinión pública y de una parte de los gustos, de su inmensa producción e implantación cultural, del atractivo que ella conserva, de los avances de una homogeneización mundial controlada que penetra, anega y socava las culturas de los pueblos. Fomenta una cultura del miedo, del individualismo, de la conversión de todo en mercancía, de la indiferencia, del sálvese quien pueda, que permite, por ejemplo, mostrar en un mismo noticiero a una multitud de víctimas del hambre, índices financieros que nadie entiende y visitas y anécdotas de los poderosos. Al mismo tiempo, la dominación puede reconocer multiculturalidades y diversidades, siempre que no afecten sus intereses esenciales, envenenar el medio en que viven comunidades o despojarlas de él cuando conviene a sus negocios, cooptar líderes, hacer un poco de filantropía o mandar a matar a díscolos y rebeldes.

El pensamiento latinoamericano tiene tareas extraordinarias que realizar. Trataré de sintetizarlas muy brevemente en unos comentarios finales:

a) superar el retraso que tiene, que fue inducido, frente a la nueva situación y frente a problemas principales que son más antiguos.

b) retomar el socialismo como horizonte, y asumir críticamente el marxismo que está regresando, el marxismo de los revolucionarios. No permitir de ningún modo el regreso del dogmatismo. El pensamiento no debe ser un fetiche ni un adorno para sentirse bien o para adquirir seguridad.

c) ayudar a los movimientos populares y los oprimidos a comprender las relaciones que existen entre los medios, identidades, demandas, luchas y proyectos de cada uno y el sistema de dominación como una totalidad, con sus fuerzas, acciones, ideología y contradicciones. Ayudar a comprender la dominación cultural, y las reformulaciones de la hegemonía de las clases dominantes.

d) abandonar la soberbia de exigirles a los que luchan que entren en las camisas de fuerza de concepciones equivocadas, y, cuando no lo hacen, denunciarlos como “traidores” y “colaboradores”. Partir de las realidades que existen y de su ser real, no de lo que creamos que deben ser, pero no para adecuarnos o resignarnos a ellas, sino para participar en el trabajo de cambiarlas a favor de los pueblos.

e) plantear a los movimientos populares la centralidad de lo político, y argumentar y convencer acerca de esa necesidad. Al mismo tiempo, aprender y desaprender acerca de problemas fundamentales de lo político, como son: la naturaleza y rasgos fundamentales de la organización, las relaciones entre los compañeros y compañeras con los demás miembros del pueblo, la necesidad de tomar el poder y en qué consiste este, las alianzas, los problemas de la estrategia y de las tácticas, la necesidad de considerar y combinar todas las vías y todas las formas de lucha, incluida la violencia revolucionaria, las relaciones acertadas entre los cambios y el aumento de capacidades de las personas y los grupos sociales y los cambios a lograr por el movimiento popular revolucionario en su conjunto.

f) desarrollar el pensamiento acerca de temas y problemas que en tiempos pasados no se veían o no se apreciaban, y que los avances de los movimientos populares han plasmado y hecho muy clara su importancia.

g) emprender y ganar la guerra del lenguaje, recuperar las nociones que han formado y desarrollado la cultura revolucionaria y trabajar con ellas en las nuevas condiciones y para los nuevos problemas.

h) utilizar nuestros instrumentos de educación para la formación y las tareas que tenemos, no depender de ellos como si fueran nuestros objetivos.

i) revolucionar las ideas mismas que se han tenido acerca del pensamiento —incluido el crítico— y sus funciones. No pretender ser la conciencia crítica del movimiento popular, sino militantes del campo popular. Avanzar hacia nuevas comprensiones de las relaciones entre el pensamiento y los movimientos populares y en la formación de nuevos intelectuales revolucionarios. Ser funcionales al movimiento popular sin perder la autonomía y los rasgos principales de su tipo de trabajo y su producción. Ejercer realmente el pensamiento, creador, crítico y autocrítico, sin miedo a tener criterios propios ni a equivocarse. Recuperar la memoria histórica y ayudar a formular los proyectos de liberación social y humana. Que la ley primera del pensamiento sea servir, pero desde su especificidad; y

j) ser siempre superiores a la mera reproducción de la vida vigente y de sus horizontes. Sin dejar de atender a lo cotidiano y a las luchas en curso, contribuir a la elaboración de estrategias y proyectos, y a la destrucción de los límites de lo posible, que es la única garantía de que sea viable la formación de nuevas personas y nuevas sociedades.

Fernando Martinez Heredia

domingo, 10 de enero de 2010

El Fracaso de las Negociaciones en Copenhague


Las negociaciones sobre el clima mantenidas esta semana en Copenhague han terminado fracasando. Los gobiernos del mundo se han mostrado incapaces o reacios a realizar los cambios necesarios para encontrar una solución justa al caos climático actual. Las negociaciones han estado marcadas por los intereses individuales y las “soluciones” de mercado que hasta ahora han mostrado ser ineficaces.
Josie Riffaud, una de las líderes del movimiento campesino La Vía Campesina, ha declarado: “El dinero y las soluciones de mercado no van a resolver la crisis actual. Necesitamos cambiar radicalmente la manera en la que producimos y consumimos y esto es justamente lo que no se ha hablado en Copenhague”.
Los gobiernos de los países industrializados y no industrializados han demostrado su reticencia para abordar el modelo de desarrollo que ha derivado en desastres económicos y medioambientales.
Han sido incapaces de aportar soluciones reales y comprobar que los mercados de carbono no resolverán la crisis climática.
No se han debatido ni considerado los recortes drásticos de emisiones (incluidos en un acuerdo vinculante), la reorientación de las economías de agro-exportación, la reforma agraria y otras medidas que podrían realmente contribuir a enlentecer el calentamiento de la tierra. Una vez más los gobiernos han actuado individualmente de manera egoísta y han fracasado en considerar las alternativas reales ofrecidas por los movimientos sociales internacionales, grupos ecologistas, pueblos indígenas y otros para lograr una sociedad más justa.
A pesar de que el “acuerdo de Copenhague” no menciona explícitamente la agricultura, parece que durante las dos semanas de negociaciones, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) ha querido incluir el suelo entre los métodos para capturar carbono e incluir la agricultura en su transferencia de tecnología, abriendo así el espacio a las compañías transnacionales para recibir subsidios con el fin de introducir semillas transgénicas y métodos de agricultura industrial como la labranza cero. Ésta es precisamente la fórmula de desarrollo agrícola que nos ha llevado a la crisis social y medioambiental que sufre actualmente el campo.
La calle y los pasillos del Bella Center fueron testigos el 16 de diciembre del auténtico poder en Copenhague cuando los activistas, grupos comunitarios, movimientos sociales locales e internacionales y ONGs del Norte y del Sur presionaron para reunirse en un “tercer” espacio simbólico a las puertas del Bella Center.
La violenta represión de la policía, incluyendo la detención preventiva de muchos de los portavoces del movimiento “Climate Justice Action”, puso de manifiesto la desesperación de los gobiernos a la hora de silenciar las voces que proclaman las auténticas soluciones.
No podemos esperar a que los gobiernos ofrezcan una solución mágica a la crisis climática. Bajo los dictados de las compañías transnacionales se limitan a perpetuar la especulación sobre el capital, en esta ocasión mediante el carbono, y hacer de los cimientos de la vida su mercado de valores.
A la vista del fracaso de la COP 15, los movimientos sociales internacionales están más preparados que nunca para atajar los problemas del mundo y se movilizarán para la próxima conferencia del clima que se celebrará en México a finales de 2010. Ha llegado su momento y los gobiernos no tendrán otra opción que escucharles.
Copenhague, 19 de diciembre de 2009